Si buscas un destino costero donde la naturaleza se fusiona con la tranquilidad y la aventura, Mompiche es el lugar ideal. Ubicado en la provincia de Esmeraldas, este pequeño pueblo pesquero me sorprendió con su belleza natural, su ambiente relajado y sus olas perfectas para el surf.
Desde el momento en que llegué, sentí que el tiempo en Mompiche fluía de manera diferente. Sus calles de arena, bordeadas de palmeras y casas rústicas, transmiten una sensación de paz que pocos lugares pueden ofrecer. Mi primera parada fue la playa principal, un extenso litoral de arena oscura que contrasta con el azul del mar. Allí, los surfistas se deslizaban sobre las olas con una destreza impresionante, y me animé a tomar una clase para intentar atrapar mi primera ola.
Rumbo a la Aventura
La jornada comienza temprano. Desde Santa Marta, tomamos un transporte hacia la entrada El Zaino, la más popular para acceder al Tayrona. Tras registrarnos y recibir las indicaciones del parque, iniciamos la caminata hacia Cabo San Juan, una travesía de aproximadamente dos horas y media a través de la selva tropical.
Después de disfrutar del mar, decidí explorar los alrededores. Una de las experiencias más memorables fue visitar la Isla Portete, un verdadero paraíso tropical. Tras un corto viaje en bote, me encontré con una playa de aguas cristalinas y palmeras inclinadas sobre la arena blanca. Pasé la tarde nadando y descansando bajo la sombra de los árboles, sintiéndome completamente desconectado del mundo.
Otro punto destacado de mi visita fue la caminata hacia el bosque de manglares, donde pude apreciar la increíble biodiversidad de la zona. Durante el recorrido en kayak, observé aves exóticas y pequeños cangrejos que se movían entre las raíces de los manglares. La sensación de remar en medio de un ecosistema tan vivo y vibrante fue una experiencia única.
Por supuesto, la gastronomía de Mompiche no se quedó atrás. Probé un delicioso encocado de camarón y el tradicional ceviche ecuatoriano, acompañados de plátano maduro frito y jugos tropicales frescos. La combinación de sabores, junto con la vista del mar, hizo que cada comida se sintiera como una celebración.
Al caer la noche, el pueblo cobra vida de una manera especial. Los pequeños bares y restaurantes iluminados con luces tenues crean un ambiente acogedor, donde viajeros y locales se reúnen para compartir historias y disfrutar de la brisa marina. Me sorprendió la calidez de la gente, que hace que cada visitante se sienta como en casa.
Mompiche es un destino que invita a la desconexión y la aventura. Su combinación de playas espectaculares, naturaleza exuberante y un estilo de vida relajado lo convierten en un lugar perfecto para quienes buscan escapar del ritmo acelerado de la ciudad. Sin duda, un rincón del Ecuador al que volvería una y otra vez.
